A priori podría parecer una boda normal. Unos novios jóvenes, un castillo en medio del campo, mucha alegría, cantidad de amigos y familiares acompañándoles, un proyecto en común… Pero no, fue mucho más que una boda. Se trataba de plasmar más que nunca su historia, su carácter y su personalidad. Él, amante del deporte sobre las dos ruedas, y ella una apasionada de todo lo que lleve etiqueta y se salga de lo común.
Nos pidieron una boda diferente, que sorprendiera y transmitiera su espíritu joven y desenfadado. Como el espacio en el que se celebraba es un castillo del siglo XI, decidimos transformarlo por completo pero sin permitir que perdiera su esencia, de tremenda importancia para los novios.
Para poder disfrutar de todos los rincones del espacio, el aperitivo se celebró dentro de las paredes amuralladas del castillo. Instalamos varias zonas de chill out compuestas por sofás palet y mesas palet, además de varios pufs de colores flúor muy chillón: rosa, amarillo, verde… Una combinación que quizás pueda parecer muy chocante pero que le daba un toque de humor muy encantador.
La cena se hizo fuera. Una elección que los novios y sus familias tenían claro desde el principio, pese a saber el riesgo que corrían con la lluvia. El banquete se celebró a base de una serie mesas redondas que rodeaban las tres mesas rectangulares, donde se sentaron las personas más allegadas a la familia. Los manteles de lino fucsia pusieron el punto personal a la cena, juntamente con unos centros de mesa a base de botellas verdes con todo tipo de flor de colores muy vivos, desde orquídeas a peonias fucsias, pasando por claveles rojos y demás flores violetas. Todo ello bajo una enorme ‘cortina’ de unas mil bombillas aproximadamente, que aportaban un calidez impresionante durante la cena. Fue la única luz que había, además de las 3 ó 4 velas de color fucsia que había junto con los centros de mesa y el foco que iluminada la capilla del castillo. Después de la cena, mientras los novios iniciaron el baile con una canción de la banda sonora de la película Notting Hill, se instaló un buffet con todo tipo de fruta. Albaricoques, peras, manzanas, fresas, uva… El toque personal lo pusieron las enormes letras de porexpan fucsia que escribían el nombre de un famoso blog de moda.
Después del baile de rigor de los novios, los invitados se empezaron a animar y fueron pasando dentro del castillo, donde se había instalado una tarima para que fuera más cómodo moverse. La decoración que escogieron fue enormes tules que iban a lado y lado del escenario además de maniquís y ruedas de bicicleta, que aportaban un toque muy personal.
‘¡Qué preciosidad, qué gusto, qué original!’, es lo que se oía durante toda boda. En definitiva, un día para recordar por todos los que tuvimos el enorme placer de formar parte de un algo tan especial y personal.