Las paredes de piedra esconden un secreto: captan toda la luz. Por eso cuando se iluminan se consigue un ambiente mágico. Éste era el escenario para esta boda. Así pues, quisimos darle importancia a la piedra y a los centros de flores y dejar un tono neutro el resto de la escenografía.
No había ni un solo rincón sin flor: por las mesas, por el techo, por las paredes... Estaban hechos en blanco y verde, como el montaje de las mesas que combinaban un precioso mantel de lino verde con sillas Napoleón blancas decapadas.
En esta ocasión se quiso combinar una mesa imperial para la presidencial con mesas redondas alrededor de la sala. Una muy buena elección para romper con la armonía del montaje.